El poder no es una categoría abstracta; el poder es algo que
se ejerce, que se visualiza en las interacciones (donde sus integrantes lo
despliegan).
La palabra "poder" tiene dos acepciones popularmente
utilizadas: una es la capacidad de hacer, el poder personal de existir, decidir
y autoafirmarse.
Es el poder autoafirmativo,este poder requiere para su
ejercicio una legitimidad social que lo autorice (y esta legitimidad sólo la
han obtenido hasta hace muy poco los varones).
La otra acepción: la capacidad y
la posibilidad de control y dominio sobre la vida o los hechos de los otros,
básicamente para lograr obediencia y lo de ella derivada.
Es el poder de
dominio.
Requiere la tenencia de recursos (bienes, poderes o afectos) que
aquella persona que quiera controlarse no tenga y valore, y de medios para sancionarla
y premiarla.
LOS MICROMACHISMOS:
Los microabusos y microviolencias que procuran que el
varón mantenga su propia posición de género creando una red que sutilmente
atrapa a la mujer, atentando contra su autonomía personal si ella no las
descubre (a veces pueden pasar años sin que lo haga), y sabe contra maniobrar
eficazmente.
Están la base y son el caldo de cultivo de las demás formas de la
violencia de género (maltrato psicológico, emocional, físico, sexual y
económico) y son las "armas" masculinas más utilizadas con las que se
intenta imponer sin consensuar el propio punto de vista o razón.
Comienzan a
utilizarse desde el principio de la relación y van moldeando lentamente la
libertad femenina posible.
Su objetivo es anular a la mujer como sujeto,
forzándola a una mayor disponibilidad e imponiéndole una identidad "al
servicio del varón", con modos que se alejan mucho de la violencia
tradicional, pero que tienen a la larga sus mismos objetivos y efectos:
perpetuar la distribución injusta para las mujeres de los derechos y
oportunidades.
Puntualmente, los microabusos y microviolencias pueden no parecer muy dañinos, incluso
pueden resultar normales o intrascendentes en las interacciones, pero su poder,
devastador a veces, se ejerce por la reiteración a través del tiempo, y puede
detectarse por la acumulación de poderes de los varones de la familia a lo
largo de los años.
MICROMACHISMOS COERCITIVOS:
En estos mM, el varón usa la fuerza (moral, psíquica,
económica o de la propia personalidad), para intentar doblegar a la mujer, limitar
su libertad y expoliar el pensamiento, el tiempo o el espacio, y restringir su
capacidad de decisión.
Intimidación:
Este es un mM que está en el límite entre la violencia
psicológica y los mM propiamente dichos. Maniobra atemorizante que se ejerce cuando
el varón ya tiene fama (real o fantaseada) de abusivo o agresivo. Da indicios
de que si no se le obedece, 'algo" podrá pasar. Implica un arte en el que
la mirada, el tono de voz, la postura y cualquier otro indicador verbal o
gestual pueden servir para atemorizar.
Control del dinero:
Este mM en la creencia que el dinero es patrimonio
masculino, sus modos de presentación son muy variados: no información sobre
usos del dinero común, control de gastos y exigencia de detalles, retención -lo
que obliga a la mujer a pedir- (Coria, 1992), etc. Se incluye también en este
apartado la negación del valor económico que supone el trabajo doméstico y la
crianza y el cuidado de los niños.
No participación en lo doméstico:
Basada en la creencia que lo doméstico es femenino y lo
público masculino, por este grupo de maniobra se impone a la mujer hacerse
cargo del cuidado de algo común: el hogar y las personas que en ella habitan.
Es una práctica de sobrecarga por omisión, que el varón justifica apelando a su
rol de "proveedor" al que no se puede agobiar más de lo que soporta
en su trabajo (es paradójico que esta justificación la realizan aun varones que
no son los principales proveedores de o económico, con lo que imponen la
"doble jornada" a la mujer que trabaja).
Uso expansivo-abusivo del espacio físico y del tiempo para
sí:
Este grupo de mM se apoyan en la idea de que el espacio y el
tiempo son posesión masculina, y que por tanto la mujer tiene poco derecho a
ellos. Por tanto su apoderamiento es natural y no se piensa en la negociación
de espacios y ni de tareas comunes que llevan tiempo.
Así, encuanto al espacio
en el ámbito hogareño, el varón invade con su ropa toda la casa.
Insistencia abusiva:
Conocido popularmente como "ganar por cansancio",
este mM consiste en obtener lo que se quiere por insistencia inagotable, con
agotamiento de la mujer que se cansa de mantener su propia opinión, y al final
acepta lo impuesto a cambio de un poco de paz.
Imposición de intimidad:
Este mM consiste en una acción uni direccional de
acercamiento cuando el varón desea, es una práctica coactiva en cuanto el varón
no se molesta en negociar movimientos hacia la intimidad.
Muy típico ejemplo de
esto es la seducción forzada cuando él quiere sexo.
Apelación a la "superioridad" de la
"lógica" varonil:
En este grupo se recurre a la "razón" (varonil)
para imponer ideas, conductas o elecciones desfavorables a la mujer.
Utilizada
por varones que suponen que tienen la 'única" razón o que la suya es la
mejor.
No tienen en cuenta los sentimientos ni las alternativas y suponen que
exponer su argumento les da derecho a salirse con la suya.
No se cesa de
utilizar hasta que la mujer dé lógicas razones (las del varón, por supuesto), y
obligan a que ella tenga muy en claro su propia posición si no quiere
someterse.
Toma o abandono repentinos del mando de la situación:
Estas son maniobras que consiste en tomar decisiones sin
contar con la mujer en situaciones que la involucran, y en las que es difícil
negarse.
Basados en la creencia del varón de que él es el único que tiene poder
de decisión.
MICROMACHISMOS ENCUBIERTOS:
Estos mM encubiertos utilizan el afecto y la inducción de
actitudes para disminuir el pensamiento y la acción eficaz de la mujer,
llevándola a hacer lo que no quiere y conduciéndola en la dirección elegida por
el varón.
Son los que atentan de modo más eficaz contra la simetría relacional
y la autonomía femenina.
En ellos, el varón oculta (y a veces se oculta) su
objetivo de dominio y forzamiento de disponibilidad de la mujer.
Abuso de la capacidad femenina de cuidado:
Este es el grupo de mM probablemente más avalado y
silenciado por la cultura.
Por ellos el varón utiliza y explota la capacidad de
las mujeres de cuidado hacia otras personas.
Esta capacidad está muy
desarrollada en ellas por efectos de su socialización que las impele a
"ser para otros".
Alentadas por la cultura patriarcal, estas
maniobras fuerzan disponibilidad incondicional a través de la imposición de
diferentes roles de servicio: madre, esposa, asistenta, secretaria, gestora,
etc.
Las obligan a un sobreesfuerzo físico y emocional que les resta autonomía
vital.
Con ellas, los varones aprovechan abusivamente los beneficios del
cuidado femenino ya que la imposición de disponibilidad femenina hacia el
varón, acrecienta la calidad de vida de él a expensas de la mujer, sin que éste
habitualmente lo reconozca.
Sin embargo, las estadísticas corroboran que los
varones incrementan su salud psicofísica durante el matrimonio, y las mujeres
la empeoran.
Y ellos disponen de más tiempo de ocio. Algunas mujeres,
conocedoras de este grupo de mM lo llaman "vampirismo", es decir un
comportamiento de extracción y vaciamiento de energía vital que el varón
aprovecha para sí.
Entre estos mM tenemos:
•Maternalización de la mujer.
•Delegación del trabajo de cuidado de los vínculos y las
personas.
•Requerimientos abusivos solapados: son pedidos sin pedir
explícitamente, "mudos", que apelan a activar automáticamente los
aspectos "cuidadores" del rol femenino tradicional y hacer que la
mujer cumpla ese pedido sin percatarse que lo está haciendo por coacción.
Creación de falta de intimidad:
Suele decirse que los varones tienen dificultades para la
intimidad.
Esto es cierto, pero también es cierto que la evitación de la
intimidad es un recurso de dominación que ellos utilizan cotidianamente.
Así lo
muestran los mM de este grupo, que son maniobras activas de alejamiento, que
impiden la conexión y evitan el riesgo de perder poder y quedar a merced de la
mujer, más experta habitualmente en el manejo de las relaciones de cercanía
(Weingarten, 1991).
Intentan controlar las reglas del diálogo a través de la
distancia y están sostenidas en la creencia varonil de su derecho a apartarse
sin negociar y a disponer de sí sin limitaciones (sin permitir ese derecho a la
mujer).
Estas maniobras transmiten el mensaje que para el varón lo importante
es él, y el vínculo y la conexión son secundarios.
Aquí podemos considerar
diferentes grupos:
Silencio:Independientemente de las razones internas que
llevan al varón a estar silencioso (de hecho muchas veces el silencio es debido
a una sensación de impotencia), esta actitud es una maniobra de dominación en
tanto implica la imposición de silencio a la relación con la mujer.
Avaricia de reconocimiento y disponibilidad:Estas son
maniobras múltiples de retaceo de reconocimiento hacia la mujer como persona y
de sus necesidades, valores, aportes y derechos. Se retacea también el apoyo y
el cuidado (además de imponerle el rol de cuidadora). Conducen al hambre de
afecto (el que, en mujeres dependientes, aumenta su dependencia). Provocan
además la sobrevaloración de lo poco que brinda el varón -ya que lo escaso
suele vivirse como valioso- (Benard y Schiaffer, 1990). Una frase
ejemplificadora de este mM es: Si sabes que te quiero (o que aprecio lo que
haces), ¿para qué precisas que te lo diga?.
Inclusión invasiva de terceros (amigos, reuniones y
actividades): Con esta maniobra se limita al mínimo o se hace dejar de existir los
espacios de intimidad. A veces está acompañada de la acusación a la mujer de
ser "poco sociable".
Seudointimidad:
En este grupo de mM el varón dialoga, pero manipulando el
diálogo, de modo de favorecer el control y el ocultamiento, dejando a la mujer
con menos poder al retacearle sinceridad.
Comunicación defensiva-ofensiva: El objetivo de la
comunicación no es aquí la apertura sino que se habla para imponer y convencer.
Existen defensas y ataques para imponer las propias razones, y no apertura ni
negociación.
Engaños y mentiras: Aquí el varón oculta u omite información
para desfigurar la realidad y seguir aprovechando ventajas que si fuera sincero
perdería.
Oculta lo que no conviene que la mujer sepa, para no ser perjudicado
en lo que no quiere perder, fundamentalmente poder de decisión.
Entre los
engaños más frecuentes se encuentran: incumplir promesas, adular, negar lo
evidente, negar descubrimientos femeninos de infidelidades, etc.
Entre las
mentiras: Aquellas centradas en el uso del dinero, el tiempo realmente ocupado,
el no reconocer errores sabiendo que se cometieron, el ofrecer aquello que no
se está dispuesto a dar (sobre todo comprensión y colaboración).
Dan poder al
varón en tanto impiden un acceso igualitario a la información.
Desautorización:
Estas maniobras están basadas en la creencia que el varón
tiene el monopolio de la razón, lo correcto y el derecho a juzgar las actitudes
ajenas desde un lugar superior.
Presuponen el derecho a menospreciar.
Conducen
a inferiorizar a la mujer a través de un sin número de desvalorizaciones.
Paternalismo:
En este tipo de maniobra se enmascara la posesividad y a
veces el autoritarismo del varón, haciendo "por" y no "con"
la mujer e intentando aniñarla.
Se detecta sobre todo cuando ella se opone al
aniñamiento, y él no puede tolerar que ella sea autónoma y no controlarla.
Manipulación emocional:
Tenemos aquí a un grupo de mM donde el varón utiliza el
afecto no para el intercambio emocional sino como instrumento para lograr el
control de la relación.
Se emiten mensajes que se aprovechan de la confianza y
la afectividad de la mujer para promover en ella dudas sobre sí misma y
sentimientos negativos, generando inseguridad y dependencia.
Autoindulgencia y autojustificación:
En estas maniobras el varón se autojustifica o es muy
indulgente consigo mismo frente a la no realización de tareas o actividades que
hacen al cultivo de un vínculo igualitario.
Procuran bloquear la respuesta de
la mujer ante acciones e inacciones del varón que la desfavorecen puesto que al
no hacerlas él, la obligan a hacerlas a ella (fundamentalmente cuidado de las
personas y de lo doméstico).
Hacen callar apelando a "otras razones",
y eludiendo la responsabilidad por lo que se hace o deja de hacer. Eluden dejar
claro algo que en general el varón piensa: "esas no son mis
responsabilidades, lo que hago ya es bastante.
MICROMACHISMOS DE CRISIS:
Estos mM suelen utilizarse en momentos de
desequilibrio en el estable disbalance de poder en las relaciones, tales como
aumento del poder personal de la mujer por cambios en su vida o pérdida del
poder del varón por razones de pérdida laboral o de limitación física.
Generalmente estos cambios se acompañan de reclamos por parte de la mujer de
mayor igualdad en la relación.
Suelen ser útiles no sólo para impedir que la mujer sea más
autónoma o para no sentirse dependiente de ella, sino también para impedir los
reclamos de ella respecto a la necesidad que él también cambie modificando sus
hábitos de superioridad.
El varón, al sentirse perjudicado, puede utilizar
específicamente estas maniobras o utilizar las descriptas anteriormente,
aumentando su cantidad o su intensidad con el fin de restablecer el statu quo.
Los grupos que describiré a continuación suelen utilizarse frecuentemente en
una secuencia del primero al último, según la permeabilidad de la mujer para
dejarse presionar.
Hipercontrol:
Este mM consiste en aumentar el control sobre las
actividades, tiempos o espacios de la mujer, frente al temor que el aumento
real o relativo de poder de ella pueda dejarlo a él en un segundo lugar e
inferiorizado.
Seudoapoyo:
Apoyos que se enuncian sin ir acompañados de acciones
cooperativas, realizados con mujeres que acrecientan su ingreso al espacio
público.
Se evita con ello la oposición frontal, y no se ayuda a la mujer a
repartir su carga doméstica y tener más tiempo.
Resistencia pasiva y distanciamiento:
Este mM consiste en utilizar diversas formas de oposición
pasiva y abandono: falta de apoyo o colaboración, desconexión, conducta al
acecho (no toma la iniciativa, espera y luego critica. "Yo lo hubiera
hecho mejor"), distanciamiento, amenazas de abandono o abandono real
(refugiándose en el trabajo o en otra mujer "más comprensiva"), etc.
Rehuir la crítica y la negociación:
Con este mM se intenta acallar los reclamos de la mujer
respecto a las actitudes dominantes del varón y evitar el cambio sosteniendo
que él no lo deseó. Se acompañan generalmente de culpabilización hacia el
cambio femenino.
Algunas frases que reflejan esta maniobra son: ¿por qué
debería cambiar si tú cambias?, ¡Es tu problema! ¿De qué te quejas si me
conociste así? ¡Si no hubieras cambiado todo estaría bien!.
Promesas y hacer méritos:
Maniobras en las que frente a reclamos de la mujer el varón
realiza modificaciones puntuales que implican ceder posiciones provisoriamente
por conveniencia, sin cuestionarse la creencia errónea de la
"naturalidad" de la tenencia de dicha posición.
Estos cambios suelen
dejar de realizarse cuando la mujer deja de enfadarse y acepta darle "otra
oportunidad”.
Algunos ejemplos: hacer regalos, prometer ser un buen hombre,
ponerse seductor y atento, hacer cambios superficiales, reconocer errores
frente a amenazas de abandono.
Victimismo:
Por este mM el varón se declara víctima inocente de los
cambios y "locuras" de la mujer., con culpabilización acompañante
para intentar doblegarla.
Si finalmente él se decide a algún cambio, lo vive
como un gran sacrificio, por lo que no se le puede pedir mucho, esperando ser
aplaudido por pequeños cambios y frustrándose si no lo hacen.
¡A ti nada te
conforma! es una frase manipulativa habitual utilizada en esta situación.
Darse tiempo:
Este mM consiste en postergar y alargar el tiempo de
decidirse a darle importancia a los cambios y reclamos femeninos o a cambiar,
hasta que haya algo que obligue (en general un ultimátum de separación).
Se
manipula el tiempo de la respuesta al pedido de cambio intentando dilatar la
situación de injusticia relacional.
Es una clara maniobra de poder en tanto
obliga a la mujer a someterse a los tiempos y deseos del varón, que es quien
conserva el poder de decisión del momento de comenzar un cambio.
Los modos de
dilatar el diálogo y la decisión de cambio pueden ser variados: ¡ya
hablaremos!, ¡ya veremos!, ¡lo pensaré! Otro modo frecuente es a través de la
negativa a acceder a una ayuda terapéutica, y si se lo hace, postergar
frecuentemente la consulta antes de decidirse realmente a hacerla.
Dar lástima:
Cuando el varón realiza este mM procura que se apenen de él
para lograr que la mujer ceda.
Para ello, puede, desde buscar aliados que
comprueben lo "bueno" que él es (y lo "mala" que es ella),
hasta comportamientos autolesivos tales como accidentes, aumento de adicciones,
enfermedades, amenazas de suicidio, que apelan a la predisposición femenina al
cuidado y le inducen a pensar que sin ella él podría terminar muy mal.
El varón
exhibe en estos últimos comportamientos, manipulativamente, su invalidez para
el autocuidado.
EFECTOS DE LOS MICROMACHISMOS:
W. Shakespeare ilustra, espléndidamente, las estrategias de
utilización de muchas de estas maniobras en función de dominar a la mujer,
restringiendo con hábiles artes su autonomía, en su obra "La fierecilla
domada".
Su lectura alumbra con gran nitidez el efecto devastador de estas
estrategias de dominio.
La efectividad de todas estas maniobras, junto a la falta de
autoafirmación de la mujer, forman una explosiva mezcla con enormes efectos
negativos para ella y el vínculo que, como decíamos al comienzo de este
artículo suelen ir haciéndose visibles a largo plazo.
CONSIDERACIONES FINALES:
Nombrar los mM es también una tarea que supone el análisis
crítico de la cotidianeidad y loscomportamientos de "seudoigualdad"
que circulan diariamente. Así, ponerlos en evidencia debería ser útil para las
que las mujeres pudieran:
Legitimar y ampliar su registro perceptivo de los
comportamientos masculinos de dominación que ellas sufren y que los varones
generalmente no reconocen realizar.
Reconocer el lenguaje de acción y manipulación- que no de
palabras -, tan propio de los varones pese a la creencia que la manipulación es
un arma fundamentalmente femenina.
Disminuir la culpabilización inducida por estas maniobras
y recuperar su pensamiento y posibilidades de acción autónoma en la vida de
pareja cotidiana.
Aumentar las posibilidades de crear sus modos de evitación
y resistencia ya que lo que se ve claramente puede ser mejor combatido.
También y de modo importante, saber de sus efectos, porque
el no poder detectar que muchos de los malestares emocionales e inseguridades
son provocados por el ejercicio de los mM, hace que las mujeres (y sus parejas
y los profesionales de la salud) tiendan a adjudicarlos a problemas
intrapersonales o a "exageraciones" femeninas.
Así surge la doble
victimización.
Alertar sobre su existencia y frecuencia supone también
criticar las creencias que las violencias de género son solamente sus formas
más dramáticas y que sólo la ejercen algunos varones.
Como hemos visto, los mM también son violencia de género y
son comportamientos habituales en todos los varones: la violencia no es sólo
cosa de otros, sino también de nosotros (varones).
Reconocer esto supone que
los varones que creemos en la igualdad, debemos hacer algo más que acompañar a
las mujeres en sus reclamos y adaptarnos con esfuerzo a los cambios femeninos:
debemos cambiar también nosotros.
Por esto último, nombrar los mM debería
servir para contribuir a que los varones que no se reconocen en el ejercicio de
la violencia mayor, que tienen una ética de justicia y respeto, no ignoren las
propias maniobras de dominio y dominación cotidianas. Para ello es necesario:
Estar dispuesto a una autocrítica sobre el ejercicio
cotidiano del poder y sobre la socialización en que son criados, la que avala
la superioridad sobre las mujeres y por tanto la creencia en tener derechos
sobre ellas.
Entrenarse en el cambio de actitudes hacia la igualdad y
el respeto, ya que sólo con conocer no alcanza. Los grupos de reflexión de
varones son un buen espacio para ello.
Tomar iniciativas para realizar acciones, en tanto
varones, que favorezcan la erradicación de las violencias de género y no dejar
que sean únicamente las mujeres que luchen contra la violencia que nosotros
producimos.
Iniciativas como la campaña canadiense del lazo blanco, el
manifiesto del grupo de hombres de Sevilla, la red de hombres profeministas
europeos, los trabajos de Jorge Corsi, o los grupos Coriac y Cantera en
Latinoamérica.
Finalmente hacer visibles los mM debe servir para no olvidar
que son factores que deben tenerse en cuenta en las estrategias de erradicación
de la violencia de género.
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